Cuando tus afanes superen tus angustias de transeúnte del laberinto citadino, y cuando la nostalgia de lo ignoto que añoramos, te acelere el paso en dirección a nuestra villa, que a la sombra de sus nubes majestuosas, bajo el sol incandescente, amparados solo por el tremendo gusto de vivir chapoteando entre los charcos cristalinos que la lluvia deja atrás.
Acá te esperamos, acá en este Orito mágico, lleno de gente de todos los colores, gente llena de sonrisas, llenos todos de sus holas y hasta luegos espontáneos; gente de mi pueblo y de todos los pueblos conocidos de la raza colombiana, venidos hasta aquí con sus historias pequeñas, con sus historias comunes. Pero que acá se mezclan, se funden y se transforman en el crisol de la historia de este nuestro viejo pueblo nuevo.
Gente que desde antes que amanezca esta diciendo si a la vida, y se la pasan viviendo el cuento. Enmarañados entre el murmullo de los otros y de los demás; de los animalitos, de las flores y de los pescaditos de colores que saltan entre las luces de las horas que pasan bajo los arboles y se las lleva el agua de los ríos y quebradas, lejos.
Hasta que llega la noche con su luna grande, y con su explosión única de estrellas, que solo puede verse desde el suelo de este pueblo. porque desde acá se ven nubes en las noches, que no son de agua si no de polvo de estrellas, que dibujan los rizos de los bucles increíbles de la misma vía láctea.
Mientras tanto, muy adentro y muy debajo de sus tejados viejos y recalentados, la gente se duerme entre sus sueños nuevamente. Pero como si les hubiera faltado día, siguen caminado en sus fantasías, correteando por lugares a los que solo se llega con los ojos bien cerrados. Y sueñan y viven sus vidas, hasta que en la mañana muy temprano, el delicioso olor amargo del café del desayuno, los acerca nuevamente a su cuento cotidiano.
Y así transcurren los días, mas largos que en cualquier otra parte del mundo, porque acá el afán poco se conoce; pasan los días mas puros porque acá uno todavía se puede extasiar con todo el oxigeno y el aire puro y limpio, que te hace ver mas clara la forma y los colores de las cosas.
Así pasa la vida acá, y de cuando en cuando un atardecer de esos de película, casi todos los días. Y de cuando en cuando un aguacero de tres y mas horas, con sus gotas de sabores a limón, a mandarina, y piña, que salpican las hormigas pequeñitas, que caminan a sus casas con sus cargas de flores y de palmeras recortadas bajo el sol.
Y después el sol, que todo lo calienta, el sol que de manera inesperada, alumbra tanto que derrite los frutos dulces y carnosos de los arboles silvestres. Entonces viene el viento que baja de los andes, y con sus remolinos y sus ninfas, va llenando con la magia de la selva todo lo que toca entre las calles, entre la ropa colgada en los patios de las casas, y se mete entre la gente, entre sus vidas, en sus realidades, en sus penas, en sus frenéticos vaivenes o en sus merecidos letargos, a la orilla de los ríos, o en los remansos insondables de una siesta o de un guayabo.
entonces muy de pronto la magia se respira en todas partes, y ya no se sabe mas, no se puede definir, si en Orito es la nostalgia, o las ganas de venir, lo que te mantiene entre sus ansias y así pasando el tiempo, aunque te vayas siempre lejos, aunque quieras o no quieras , lo seguro es que de vez en cuando tu memoria te traerá de regreso, el día menos pensado.
Oda a Orito
D .R. A. - Nuestro regalo de cumpleaños
jueves, 8 de julio de 2010
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